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Las mujeres y las niñas pagan un alto precio durante los conflictos y las emergencias.

Más de 1 millón de personas, en su mayoría mujeres, niños y niñas, han huido ahora de sus hogares en Ucrania a países vecinos. Para ellas, el desplazamiento traerá una mayor vulnerabilidad a la violencia, el abuso sexual y la explotación. Por otra parte, muchas de estas mujeres están embarazadas y podrían necesitar atención médica o ayuda con embarazos complicados. La falta de acceso a servicios de salud en estas situaciones pone sus vidas en riesgo.

Los conflictos, los impactos climáticos y la prolongada pandemia de COVID-19 han profundizado las desigualdades de género. En la actualidad, un número récord de personas en el mundo entero se encuentran desplazadas y requieren asistencia humanitaria y acceso a servicios esenciales, y son las mujeres y las niñas las que están pagando el precio más alto.

A pesar de que el conflicto en Yemen ha escapado de la atención mundial, siete años de lucha han diezmado su sistema de salud, y se estima que ha dejado a 5 millones de mujeres y niñas sin acceso a servicios de salud sexual y reproductiva vitales. Hoy en día,
una mujer muere durante el parto cada dos horas en ese país por causas que se podrían evitar casi por completo.

Para millones de mujeres y niñas que han vivido a la sombra del conflicto en el este de Ucrania durante los últimos ocho años, es probable que la violencia de género, que ya es una realidad cotidiana, empeore. Para algunas mujeres y niñas en Siria, la violencia y el abuso son lo único que siempre han conocido. En pocas palabras, a las mujeres y las niñas que viven en emergencias en todo el mundo se les priva de la capacidad de asumir el control de sus cuerpos, vidas y futuros. Su sufrimiento es inmenso; es injustificado e innecesario.

El notable avance mundial que se ha logrado durante las últimas dos décadas en el ámbito de la salud y los derechos sexuales y reproductivos está en peligro en los entornos frágiles y de conflicto en el mundo entero. Vimos cómo, con gran rapidez, avances logrados con
tanto esfuerzo a favor de las mujeres y las niñas se perdieron a consecuencia de la crisis en Afganistán. En Tigray, en el norte de Etiopía, y en Cox’s Bazar, en Bangladesh, las mujeres y las niñas continúan pagando el alto costo del conflicto y sus secuelas.

En las Filipinas, lo mismo que en Haití, Tonga y otros pequeños estados insulares en desarrollo, los impactos de la crisis climática y la intensificación de los desastres naturales puso presión en los medios de subsistencia de las mujeres y su capacidad de acceso a alimentos, agua y otras necesidades básicas, lo cual las ha vuelto más vulnerables a situaciones de discriminación, explotación y abuso.

El día de hoy, con motivo del Día Internacional de la Mujer, hago un llamado a la comunidad internacional a garantizar la salud, los derechos y la dignidad de las mujeres y las niñas, y a proteger la infraestructura crítica en todos los países afectados por conflictos y crisis. Los servicios de salud sexual y reproductiva no deben ser una ocurrencia tardía durante las emergencias. En el caso de la mujer a punto de dar a luz, o la adolescente sometida a abuso sexual, estos servicios son tan vitales como los alimentos, el agua y los albergues y pueden significan la diferencia entre la vida y la muerte.

Debemos escuchar las voces de las mujeres e invertir en su liderazgo y resiliencia. Las mujeres unen a las comunidades; las mujeres lideran esfuerzos para mitigar y adaptarse al cambio climático; y las mujeres pueden impulsar la conciliación y garantizar una paz
duradera. 

En todo conflicto o crisis, cada día es un día más que nos aleja de la posibilidad de crear el futuro mejor, más sostenible y equitativo que queremos. Las mujeres y las niñas en el mundo entero necesitan y merecen la paz.