Mi madre era una mujer increíble. Una gran empresaria, y una excelente esposa de mi padre, quien era un maestro de escuela. Ella se las arregló para administrar su pequeño negocio de frutas y dio a luz a ocho hijos: cuatro varones y cuatro mujeres.
Ella nació en 1924, era fuerte, y fue una inspiración. Cada día debía lograr un equilibrio entre el trabajo y las demandas de una gran familia. Ella entendía que cada uno de nosotros debía vivir una vida productiva y contribuir a la sociedad, e insistió en que fuéramos a la escuela a estudiar duro y hacer lo mejor posible. Pero también tenía una sensibilidad por aquellos que no les iba tan bien. Aparte de sus propios hijos, mi madre recibía de manera regular a primos y sobrinos que necesitaban ayuda. ¡A veces había hasta 15 en la casa!
Mi madre tenía una imagen fuerte de sí misma. Ella creía que, como mujer, tenía derechos, y sabía que las mujeres debían empoderarse si queríamos salvar vidas y lograr que las familias y las comunidades prosperaran. Ella - y mi padre – nos inculcaron esas ideas.
Sé que mi madre no es una excepción. Hay muchas otras madres en todo el mundo que son modelo para sus familias y comunidades. Quiero aprovechar la oportunidad del Día de la Madre para animar a todos y todas para recordar y honrar no sólo a su propia madre, sino a todas las madres. Estamos tan acostumbrados a la idea de que las madres son fuertes, ingeniosas y siempre están presentes. Ellas están ahí cuando las necesitamos, invierten en sus hijos, y mantienen unidad en la familia.
A menudo olvidamos que las madres también necesitan apoyo, por lo que, este Día de las Madres nos puede ayudar a enfocarnos en proteger la vida de las mujeres que nos dan la vida.
Lamentablemente el ejercicio de los derechos de las mujeres no es aún una realidad. La igualdad de oportunidades y la verdadera equidad es, generalmente, solamente una aspiración para muchas. Pero hoy ya sabemos con certeza que cuando las mujeres gozan de salud y educación, y participan plenamente en la sociedad, impactan positivamente en el progreso de sus familias, de sus comunidades y sus naciones.
Las mujeres siguen sufriendo discriminación y violencia. Hay inequidad en el acceso a la educación, a la tierra, al crédito y al trabajo decente; su acceso a participar en roles de formulación de políticas es mucho más limitado; y continúan careciendo de acceso suficiente a servicios de salud reproductiva, como la planificación familiar moderna, asistencia calificada del parto y la atención obstétrica de emergencia, en caso que las cosas vayan mal.
Al igual que muchas otras mujeres en nuestras comunidades, mi madre fue capaz de espaciar nuestros nacimientos, dejando al menos dos años entre cada niño. Ella también dio a luz, de manera segura en manos de personal calificado, en una clínica de maternidad que quedaba a la vuelta de la esquina de nuestra casa, en el pueblo de Ljebu-Igbo en el suroeste de Nigeria. Esa no era la norma en aquel entonces- y en muchos lugares del mundo, todavía no lo es. Los retos del embarazo y el parto amenazan las vidas de las mujeres todos los días. Aunque en Guatemala en la actualidad un menor número de mujeres mueren durante el embarazo o el parto, que en 1989 (cuando el número de muertes fue de 219 por 100 mil nacidos vivos, según Estudio de Mortalidad Materna, MSPAS), actualmente el número de muertes maternas sigue siendo inaceptablemente alto (139 por 100 mil nacidos vivos, Estudio Nacional de Mortalidad Materna SEGEPLAN / MSPAS). Debemos hacer todo lo posible para asegurar que ninguna mujer muera mientras da vida. Esta no es, no puede, no debe ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres. La procreación es una responsabilidad social.
Pocas veces vemos la relación entre un embarazo seguro, espaciado, deseado, de una madre saludable, con atención y condiciones de desarrollo nutricional de sus hijos. Cuando los embarazos no son espaciados, la madre no se ha nutrido adecuadamente y además la familia no tiene condiciones de saneamiento y acceso a alimentos, las posibilidades de que un niño sufra de desnutrición crónica se incrementan considerablemente.
Está muy claro lo que se requiere hacer para mantener a las mujeres con vida y saludables. En este Día de las Madres comprometámonos todos en hacer todo lo posible para lograr que la muerte materna y la desigualdad sean una cosa del pasado. Logremos que la maternidad sea una decisión segura y feliz para las mujeres.
A pesar de que mi madre murió en su 80 º año de vida, todavía siento su presencia y desearía que ella pudiera verme ahora, liderando al UNFPA, una agencia de las Naciones Unidas que está ayudando a asegurar que todo embarazo sea deseado, que cada parto sea seguro y que el potencial de cada joven sea alcanzado, en más de 150 países. Yo sé que ella estaría satisfecha. Pero ella también querría que yo fuera humilde. Ella diría que la providencia me ha puesto aquí para llevar a cabo una importante misión en el mundo, y yo prometo que haré mi mejor esfuerzo.
A través de nuestra Oficina en Guatemala, el UNFPA está trabajando para que las mujeres puedan ser madres en las mejores condiciones, sin arriesgar o perder su vida, dando vida a nuevos habitantes de este maravilloso país.